CRÍTICA

Agustín Gómez

Agustín Gómez Presas

ARTEINFORMADO

PINTURAS DE IGNACIO KLINDWOTH: SÓLO UN ESCALÓN POR DEBAJO DE LA REALIDAD

“Entre la realidad y el sueño hay una tercera cosa; adivínala…”

Así nos exhortaba Machado a ocupar ese territorio vaporoso que es sede natural de la intuición, del que se entra y sale por puertas que van cambiando de ubicación. La obra de Ignacio Klindworth habita ese solar metafísico y transita ligera de equipaje el espacio intersticial de paredes muy finas que separa lo que creemos ver de lo que vemos. Si algo define la trayectoria heteróclita de Ignacio Klindworth es su habilidad de funambulista para deslizarse de un área a otra de un cosmos que es una sucesión de paisajes interiores fruto de su gran capacidad para trasponer el mundo sensible. A la manera en que la poesía moldea la semántica de las palabras para reconstruir la realidad, después de descomponerla. La herramienta es la intuición, aplicada en un viaje de ida y vuelta que va de lo particular a lo general, de lo infinito a lo infinitesimal. Preparaciones para el microscopio, urbanismos imposibles; cualquier ángulo es bueno para adivinar la realidad que está tan sólo un escalón por debajo de los sentidos. Cada uno de sus trabajos es una red kantiana lanzada al interior de su consciencia, sabedor de que la pesca es imprevisible.

Kepler buscó a Dios desesperadamente en los textos sagrados y sólo lo encontró en la geometría, en el orden simétrico y mensurable de las cosas. Pero la Historia ha demostrado que en el arte, por imitación a la vida, la distancia más corta entre dos puntos siempre es el camino más largo; Ignacio Klindworth articula un código indescifrable con base en colores y formas irregulares y aleatorias para reordenar el caos que ofrecen los datos sensibles y restaurar el orden que habita toda entropía. Hay una matemática imperfecta e inconstante en la obra de Ignacio Klindworth que se hace y deshace permanentemente y que, como el tapiz de Penélope, consiste en no acabar nunca para terminar antes. Así, los trabajos de Ignacio Klindworth se superponen como fractales y por eso, justo cuando lo figurativo se hace innecesario, la abstracción se presenta como el único camino de vuelta a la realidad.

En Ignacio Klindworth, la emoción reside en el acto humilde de contemplar, renunciando a juzgarlo, el milagro de belleza que reside en todo lo inexplicable.

 Agustín Gómez Presas, Madrid, 2007

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