CRÍTICA

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Enrique Yánez

PINTOR

Ignacio Klindworth o la realización estructural del esfuerzo cromático

Cuando un espectador trata de acercarse a una obra pictórica lo primero que debe ocurrir es que ambos se encuentren.

El caso del trabajo de Klindworth es bis-ceralmente re-presentativo puesto que en un primer impacto el que mira se encuentra ante un cosmos de sensaciones y veleidades orgánicas que no se limitan por ningún ángulo, sin embargo tras unos segundos la vista se torna críticamente distante, con perspectiva, -una perspectiva que cabría decirse arquitectónica- y el trabajo de Klindworth comienza a tomar forma de modo que podemos apreciar los límites de sus estructuras que a modo de mapas cartográficamente inconscientes nos quieren decir la vida que comporta cada uno de los estadios marcados por las texturas, los colores, los planos, los cortes vectoriales y la fusión entre el calor y la frialdad del entorno urbano. Frialdad que en este caso se transforma en dinamismo que construye, pues no se trata de una realidad urbana estática, pusilánime, que se deja hacer. El trabajo de Ignacio Klindworth nos muestra posiciones vitales que nos aturden o despiertan como latigazos orgánicos extrayendo el hálito que desprenden los rasgos semióticos de sus formas, nos traslada y adentra a la fuerza en un reconocimiento de lo humano que se identifica con la más radical naturaleza tanto de ser, como matéricamente plástica. Nos envuelve en una arquitectura orgánica.

Ignacio Klindworth nos muestra reminiscencias de sus viajes, de sus vivencias, de cada uno de sus momentos personales a través de su mirada. Europa es su seña de identidad, siendo lo Alemán y lo mediterráneo lo pre-dominante en todos sus trabajos ya bien por los juegos de luz, por la línea, o por la respuesta pulsional marcada en sus trazos. El verde es un color que siempre está presente en sus cuadros a modo de metrónomo que delimita la función del resto de vibraciones acompañado de la fuerza y tirantez del amarillo que por su inmediatez y destellos permiten que el trabajo de Ignacio Klindworth mantenga una vitalidad orgánica a través de una propuesta geométricamente fagocitante. Verde y amarillo sumado en ocasiones de forma lateral a azules y naranjas que en forma de convulsiones de línea y segmentación recortan y concretan la escena en diversos microorganismos. Así en sus piezas podemos encontrar un cúmulo de pigmentos que conforman el surgir de la vegetación como podemos vislumbrar una idea ilustrativa como si mirásemos la realidad a través de un filtro digitalizado. Pero no queda aquí su trabajo, su experimentación es tan inagotablemente viva como el devenir visual -que se define y re-define en todas direcciones y posiciones- que nos indican sus colores.

Es el trabajo de Ignacio Klindworth una propuesta infinita en lo experimental y honesta en la fórmula. Ignacio es un pintor de carrera, un artista de cocina cuyos pinceles empastan la masa madre de la concreción de lo real. Ya no se trata de recuerdos o reminiscencias más o menos conseguidas sino que su trabajo nace desde su más interna búsqueda para ofrecernos en las carnes del cuadro la mirada de Klindworth. Esa mirada con la que el autor tropieza cada vez que en medio de la biología en que trabaja -pues su pintura es tan matérica y constructivista como biológica sin lugar a duda- destella su creatividad disparando en la mancha lograda.

Es así Ignacio Klindworth un autor que vive en el estado de confusión que tendría una rama que quiere ser el metal de los barrotes que rodea. Un autor que trabaja desde la más pura y honesta de las expresiones mientras permeabiliza la llegada de sus instintos que recibe como intereses particulares y estéticos, sensibles, y que transforma en generatrices de cambio terminando en esquemas y significados crípticos, des-figurados, estructurales y otras veces abstractos, pero que por medio de una serie de ritmos cromáticos orquestales, siempre, tiene claro lo que quería decir.

Si el artista vive de la confusión, vive en la urdimbre que nos suscita la duda entre lo real y lo imaginario, es posible que Ignacio Klindworth sea un pintor verdaderamente confuso. Un pintor esforzado.

Enrique Yáñez, Madrid 2017

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