Los archivos de Amalia Avia. El Japón en los Ángeles. Sala Alcalá 31. Madrid. Del 16 de septiembre 2022 al 15 de enero de 2023
La sala Alcalá 31 ha organizado una retrospectiva comisariada por Estrella de Diego sobre la pintora madrileña Amalia Avia. La exposición estará abierta hasta el 15 de Enero de 2023. El acceso es gratuito.
El escritor Rodrigo Muñoz Avia, uno de los hijos de la pintora, se ha encargado de buscar y reunir para esta exposición la dispersa obra de su madre. Además, ha aprovechado la ocasión para catalogar numerosos obras que no lo estaban, algo que siempre es un acierto y una necesidad.
La generación de los pintores realistas de Madrid
Amalia Avia (Santa Cruz de la Zarza, 1930 – Madrid, 2011) fue una pintora a la que tradicionalmente se enmarca dentro los llamados pintores realistas de Madrid. A este grupo de artistas pertenecen Antonio López, Francisco López Hernández, Julio López Hernández, María Moreno, Esperanza Parada e Isabel Quintanilla. Todos ellos nacidos antes de la Guerra Civil. Todos ellos se formaron y se conocieron en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Por mi parte se les podría considerar, más que realistas, pintores/escultores figurativos y alejados por tanto, de las propuestas abstractas o informalistas de la generación del grupo El Paso.
Estrella de Diego, comisaria de la exposición. Ampliación del territorio
Estrella de Diego, comisaria de la exposición, argumenta como autora del texto que presenta la exposición, que Amalia Avia ocupa más espacio del que la categoría de pintora realista le concede. De Diego quiere ampliar el territorio de la pintora y mostrar al publico más facetas de la pintora y con ello actualizar algunos conceptos. Nos la presenta como «archivera, reportera y creadora con retazos de arte pop». También quiere enseñar el proceso creativo de Avia y su intencionalidad documental. Este proceso creativo se basa en el uso de la fotografía, tanto propia como de fuentes externas. Fotografías que Amalia Avia utiliza como bocetos o collages que le ayudan, según De Diego, a manufacturar cuadros que expone como «traducciones sentimentales que documentan el paso del tiempo».
Estoy completamente de acuerdo con Estrella de Diego y su «urgente tarea de recomponer el papel de Amalia Avia desde la perspectiva del archivo».
Por otro lado, como artista, he querido ver otros aspectos que pueden ser, desde luego, muy subjetivos. Pero esa es la libertad que me concede el ser artista.
El Japón de los Ángeles

Me alejo del título bajo el que se presenta la exposición. Entiendo el poder del exotismo que el título, El Japón en los Ángeles, puede ejercer sobre el público, sobre todo cuando se lo encuentra en el hermoso ejercicio de composición que es el cuadro así titulado. Pero me gusta más el subtítulo de la exposición; Los archivos de Amalia Avia, porque es este subtítulo el motor de la muestra.
Amalia Avia y el Ministerio de Educación y Ciencia

Me tomo la libertad de titular mi entrada; Amalia Avia y el Ministerio de Educación y Ciencia. Y escojo este título, porque creo que esta obra es representativa de la dirección que Amalia Avia imprimió a su quehacer artístico. Creo que la pintora quiere documentar la desesperanza ante un mundo, la sociedad española y la madrileña en particular, en la que no se crean posibilidades. Es una sociedad cerrada. Una sociedad que no posibilita canales entre lo exterior y lo interior. Entre lo privado y lo público. Todas las obras de Amalia Avia representan edificios cerrados.
La sala Alcalá 31 se encuentra enfrente del mismo edifico que documentó y pintó la artista y que ahora alberga otro Ministerio. Cuando acudí a la exposición, el Ministerio se encontraba cerrado. Igual que todos los locales, instituciones o diferentes edificaciones que construye la pintora. Es posible que Amalia Avia quisiera documentar el paso del tiempo en una ciudad en tránsito, política y socialmente. O, como menciona Estrella de Diego, «A ella siempre le fascina la idea de lo que está a punto de extinguirse o ya se ha extinguido y hay que intentar salvar».
Madrid como escenario de un espacio público carente de pulsión creativa
No creo que Avia quisiera salvar nada de una sociedad que niega su capacidad para crear posibilidades. La visita a esta exposición de una pintora, que en principio no me ha interesado mucho, me ha hecho pensar que también es posible otra lectura. La de que Amalia Avia, documentalista y archivera, se encontrara inmersa en esa dualidad que enfrenta dos mundos; el exterior y el interior. Dos mundos en los que solamente el espacio interior es capaz de albergar esperanza y luminosidad. Es el mundo de las posibilidades. Para la pintora el mundo exterior madrileño, es el mundo donde no hay posibilidades. Una ciudad, fría y lluviosa donde el comercio languidece, se encuentra en ruinas. Se traspasa o se vende. Una ciudad en la que las instituciones se mantienen siempre cerradas y completamente ajenas a la demanda de posibilidades de los ciudadanos. Y todo ello queda impreso en la obra Ministerio de Educación y Ciencia. Dos variables imprescindibles en una sociedad abierta inteligente y dinámica. Si la fotografía de la autora congela una fracción del tiempo, su pintura del Ministerio, con su emoción táctil, representa un permanente estado de no apertura. Un espacio público carente de pulsión creativa y por lo tanto una sociedad sin posibilidades de crecimiento, de riesgo y de emoción.
Dos mundos, una posibilidad. El espacio privado. Abierto



En la exposición de Amalia Avia he visto dos mundos; el espacio privado y el espacio público. El espacio privado o doméstico es vital y con posibilidades. Es ordenado y luminoso. Con valores burgueses o familiares representados en la sopera de porcelana sobre la mesa. O por mobiliario tapizado, los suelos de tarima de madera o la amplitud de los espacios. Pero también es el mundo de posibilidades que proporciona la amistad. La sociabilidad, la confianza en el otro o la admiración por las obras de los otros esta presente en los cuadros de amigos artistas que cuelgan de sus paredes. La creatividad y la posibilidad se abren camino en este ambiente. La educación, la ciencia, la cultura y el mercado fomentan la creación de ecosistemas de posibilidades. Posibilidades que, ya sean figurativas o abstractas, están presentes en estas obras. El espacio privado se mantiene abierto para que también el espectador pueda crear posibilidades.
Dos mundos, una posibilidad. El espacio público. Cerrado


El espacio exterior, es denso, lluvioso. Se asemeja más a París que a la capital española. En Madrid, llueve relativamente poco, comparado con París o San Sebastían. Amalia Avia escenifica un Madrid húmedo, destartalado y con gentes y coches que parece que ejercieran como relleno de una escena de intención arquitectónica. Arquitectura de fachadas desconchadas arrasadas por el salitre y la humedad. Portales tapiados y calles sin comercios. Estampas otoñales o directamente invernales. Hay reflejos de agua en la calzada. La gente va abrigada y lleva paraguas. Todo está cerrado. Los pequeños negocios representados por mil y una puertas de comercio, están viejos y sucios. Hay edificios o estaciones de tren abandonadas o en estado de semiruina. Todos los talleres están cerrados, en ocasiones por traspaso o por venta. Algunos de ellos mantienen su cerrada dignidad en sus puertas de madera y su cartelería todavía legible. Otros, como el antiguo Instituto Homeopático y Hospital de San José, BIC desde 1997, permanecen cerrados, incluso en nuestros días.
Los pintores figurativos de Madrid. La aritmética de la línea y el volumen
Sus compañeros realistas o figurativos, como Antonio López, Isabel Quintanilla o María Moreno son pintores urbanos o de urbanizaciones. Salen a la calle. Les gusta la aritmética de la escala que conlleva la pintura figurativa. Les fascina el tiempo que usan para medir y construir. Les apasiona la matemática de la línea y el volumen. No traicionan sus orígenes y lo confrontan con lo nuevo. Como toda fealdad contiene en si misma el germen de la belleza, la fealdad del urbanismo horizontal y expansivo del desarrollismo franquista les atrae enormemente. Antonio López busca esa belleza matémática y por lo tanto poética, desde la distancia de los cerros del extraradio madrileño. María Moreno lo busca en las urbanizaciones madrileñas de los años veinte y en la Gran Vía. Isabel Quintanilla en los patios arbolados.
El proceso de trabajo de Amalia Avia. La fotografía como boceto
Amalia Avía no se deja deslumbrar por la promesa de que en la fealdad pudiera residir la belleza. Para ella sólo el mundo interior y, sobre todo, los amigos artistas son los que mantienen la belleza y con ello el fluir del mundo; el mundo de las posibilidades. Por eso sale de su casa, fotografía los objetos o localizaciones que necesita y vuelve rápidamente a su domicilio o estudio. Una vez en su espacio privado, recorta y monta las fotografías hasta dar con la composición adecuada para su nueva obra. No le fascina el tiempo académico de medir y construir. Se adapta a los tiempos y hace un uso diferenciado y práctico de la fotografía. Supongo que ni siquiera pierde el tiempo en revelarlas. La fotografía no es más que un medio. Hoy en día podemos hacer fácilmente una panorámica sin escalas con nuestros móviles. O podemos retocar y componer diseños con Photoshop y sus mil capas.



La memoria no sirve para nada cuando quemas la pintura
Dudo mucho del éxito actual de Avia. Puede que vuelva un revival nostálgico y que gracias a su nueva catalogación se tenga en cuenta en círculos académicos o de historiadores del Arte. Cuando buscas información de sus compañeras de generación, encuentras muy poco sobre ellas. Yo creo que la artista se inmoló por su forma de ver las cosas. Su trabajo como pintora es trabajo físico, manual. Quema la superficie de sus lienzos recién pintados con aguarrás. Esta acción crea una oscura pátina al quemarse los aceites del óleo. Hay varios de sus cuadros que no parece que estén barnizados y su poco brillo es mate y apagado. Tras el incendio nada queda. Esa buscada alteración del tiempo superficial del cuadro causa amnesia en las futuras generaciones. En una época de superficies brillantes, las obras que lo pierden, y más si esa perdida es buscada, no resisten tampoco el paso de los años. Y quizás eso es lo que buscaba la pintora Amalia Avia; el completo olvido de un tiempo que ella entiende como carente de posibilidades. Por el contrario, las pinturas que conforman su mundo privado no sufrieron ese activismo de archivo chamuscado.
Los archivos, la memoria y el punto de vista
Hace unas semanas estuve en Zapadores, recinto cultural ubicado en unas naves de la Renfe en Fuencarral, Madrid. Desde este lugar se vislumbran claramente los nuevos rascacielos o Torres de Chamartín. Me di cuenta de que podría adoptar el punto de vista de Antonio López y comenzar a medir esos edificios y encontrar o ahondar en la belleza contemporánea que despliegan. Pero igualmente podría adoptar el punto de vista de Amalia Avia y encontrar que mi encuadre se dirigía a unas naves abandonadas y rodeadas de montañas de basura que delimitan los destartalados bordes de Zapadores. Ambos puntos de vistas son memoria visual e igualmente válidos. Unos aparentemente más luminosos que otros.
Amalia Avia y el Ministerio de Cultura. Sala Alcalá 31
No creo que la sala Alcalá 31 sea el espacio ideal para encontrarnos y descubrir artistas relegados o semiolvidados. Hace un tiempo fui a ver una retrospectiva del pintor José Luis Alexanco, y no entendí como un artista con tal cantidad de registros, tanto conceptuales como técnicos, no encontraba acomodo en una sala algo más luminosa. La sala Alcalá 31, recuerda a una sala funeraria, una iglesia o panteón. Aparentemente dispone de un lucernario construidos con pavés o bloques de vidrio, pero está cegado. Yo creo que el magnifico edificio, rodeado de pinos, de lo que en su día fue el Museo Español de Arte Contemporáneo, hoy Museo del Traje, hubiera sido el recinto ideal para ambos artistas. Tanto para Alexanco como para Avia.
